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55. CEH

     

CON LA ESCOPETA AL HOMBRO
Con la escopeta al hombro (Destino, 1970) es un librito de caza que se lee con facilidad. La patirroja, siempre presente en los libros cinegéticos del escritor, comparte protagonismo con gangas, agachadizas, gazapos, codornices y otros animales del Valladolid cerealista y de pinares que se nos muestra en estas páginas. Quiso Miguel Delibes esperar a este libro para contar en él dónde, cómo y cuándo cazó la primera perdiz de su vida. Se guardan en estas pocas páginas mil y una aventuras cinegéticas de las que disfrutó Delibes en aquellos tiempos.
Delibes cuenta y no para de contar. Sin embargo, también reflexiona: “Para mí, escribir sobre asuntos de caza constituye, en cierto modo, una liberación de los condicionamientos que rigen el resto de mi actividad literaria. Si cazando me siento libre, escribiendo sobre caza reproduzco fielmente aquella placentera sensación, torno a sentirme libre y, por no operar, no opera sobre mí ni la coacción ni la forma expresiva”. Lo que buscaba Delibes no eran tanto las perdices o las truchas como el sol y el aire puro, que es lo que también ofrecemos los autores de estas rutas a los viajeros que vayan a recorrer este nuevo camino basado en Con la escopeta al hombro. Quizá sea este el libro más puramente vallisoletano, en donde solo se nombran pueblos de la provincia.
Leer Con la escopeta al hombro es recorrerse, casi en línea recta, el río Duero a su paso por la provincia de Valladolid. Si exceptuamos Villavaquerín, Villafuerte de Esgueva y Pedrosa del Rey, el resto de pueblos nombrados en la novela (Quintanilla de Onésimo, Boecillo, Villanueva de Duero, Villamarciel, San Miguel del Pino y Serrada) tienen al Duero en su término municipal.
Miguel Delibes no es un pensador. Ni él se tuvo como tal, ni casi nadie (siempre hay algún voluntarioso admirador dispuesto a llamarle lo que no es) lo ha calificado como tal. Pero sí que fue un hombre reflexivo, que meditaba sobre lo que ocurría a su alrededor y, habitualmente, con cierta profundidad y atino. En este libro, pues, Delibes nos ofrece sus impresiones y recuerdos sobre la caza, su caza. Alaba, en las primeras páginas, la carne de la codorniz y recuerda la receta de su madre y, después, la de su mujer. Le hubiera gustado a Delibes encontrarse con aquel mar de codornices que descubrieron los hebreos camino de la tierra prometida.
Junto a las codornices, van apareciendo los animales frecuentes en Miguel Delibes: el conejo, la liebre, la perdiz… Curiosa la manera que tienen de cazar las perdices los amigos de Delibes, Segundo Baraja y José Luis Montes. Sin escopeta, a base de fondo físico y conocimiento del terreno. Uno corriendo sin descanso y llevando a la perdiz a los terrenos que a Segundo le convenían. El otro, haciéndoles apeonar (corretear a ras de suelo), manteniéndoles la distancia para que no echaran a volar y, agotándolas finalmente de tanto apeonar.
También habla de la caza de la perdiz en ladera, de la perdiz en el plato… Piensa el escritor que deberíamos ir cambiando la expresión “Y fueron felices y comieron perdices” por otra más ajustada a los tiempos. Si la mayoría de las perdices actuales -sentenciaba- son de criadero y, por tanto, su sabor ya no es el mismo, es una exageración poner a la perdiz como plato exquisito.
Algunos conejos se nos cuelan en Con la escopeta al hombro. Algún jabalí, aunque sea para decir que él nunca los cazó. No le petó, que diría Delibes, la caza mayor: “Una perdiz pendiente de la percha es una pintura; un venado es un cadáver”.
Sus cazaderos (Las Gordillas en Ávila y otros muchos en la provincia de Valladolid) tampoco faltan en este libro. Ni su familia, que aparece por ser parte de la cuadrilla de caza. Germán Delibes, uno de sus hijos, cazará su primer zorro en este libro. Su hermano Manolo, presente tantas veces en los libros de caza de don Miguel, también en este suele ser la escopeta que aguarda.
Descubrimos en Con la escopeta al hombro la amistad de Delibes con Félix Rodríguez de la Fuente, amistad verdadera y fecunda.
Acabará contándonos en las últimas páginas que un día le cogió a su padre un sombrerito escocés que tenía en la entrada de casa. Que, como no salía nada de caza en aquella jornada, se les ocurrió tirar al sombrerito pensando que era viejo e innecesario, pero que la bronca paterna fue tremenda al regresar a casa y ver el padre lo sucedido.
Con la escopeta al hombro es un libro de un par de tardes de verano (o de invierno), con la prosa fluida que hemos conocido de Miguel Delibes.
                                                                                     JORGE URDIALES YUSTE
Doctor en periodismo. Profesor
Especialista en Miguel Delibes



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